El viento movía sus cabellos y con sus gafas de sol observaba el horizonte con la seguridad de una mujer que sabe muy bien la ruta correcta hacia el éxito. Esa soy yo, así me siento y ese es el comercial de mi vida.
Estoy feliz en mi nuevo trabajo. Todd, mi jefe, le encanta todas mis ideas y hasta me ha enviado a Houston a una convención de “Marketing en Social Media” para hacer contactos y aprender todo sobre el “Latino shopper”.
La seguridad de tener una voz y de ser escuchada me ha ayudado mucho con mi autoestima y siento que me ha llegado el momento de ser feliz. No más la silenciosa y temerosa mujer que diariamente enfrenta dos mundos paralelos, dos idiomas y dos culturas. Ahora soy yo, la mujer que no tiene miedo porque se siente que es inteligente y capaz para lograr lo que antes era imposible. Además, siento que he podido vivir sin Finn y espero no volverlo a ver en mi vida; finito, fin, final y The end.
Llegué al restaurante chino para encontrarme con Gustavo. Caminé ante dos enormes caballos blancos y sentado cerca de un soldado de Terra Cota copia de los famosos soldados del Emperador Qin Shi Huang Di se encontraba Gustavo observando detenidamente su móvil tal vez verificando la hora o tratando de disimular sus nervios.
Lo saludé y se levantó de la silla para darme un abrazo y un beso en la mejilla. Lo miré a sus ojos y vi la mirada de un hombre con muchas historias y con un rostro que al sonreír mostraban los caminos trazados tal como un mapa.
Nos sentamos y a los pocos minutos llegó la mesera con el menú. Los dos nos quedamos con los menús en las manos observando sin decir nada, tal vez tratando de organizar nuestros pensamientos. Escuchamos una voz que nos hizo regresar al mundo real y en forma medio impaciente nos preguntó que bebida queríamos tomar. Viendo que no respondíamos, la mesera nos sugirió Té de Jazmín. Los dos apurados aprobamos su sugerencia y la mesera se retiró con una sonrisa que parecía más bien una mueca que mostraba señal de un largo día.
Nos quedamos en silencio observándonos por unos largos segundos. Me dijo que no había cambiado mucho. Hubo otro silencio en señal de aprobación y luego dijo que se alegraba mucho que había aceptado su invitación a cenar.
Llegó el té, no servimos y empezamos a compartir nuestras vidas. Me contó de sus viajes por el mundo, de su trabajo en Francia, Qatar, Chile y Brasil.
“No me digas” – le comenté – “yo pasé un verano en Francia”.
Me preguntó en que año había estado en Francia, le contesté y ambos nos sorprendimos al saber que estuvimos en la misma ciudad tal vez a metros de distancia.
“Por qué no me buscaste?” – me preguntó.
Yo simplemente le sonreí mentalmente haciéndole la misma pregunta.
Cada trago de té venía acompañado de historias de buenos momentos. Hablamos de las largas caminatas que hacíamos en el parque en las tardes de verano y los cafés que nos tomamos estudiando en la cafetería.
Fue una conversación llena de recuerdos y de muchas sonrisas. Fue una conversación de dos adultos que necesitaban encontrarse para cerrar cabos que había dejado abiertos por muchos años. Terminamos la cena, nos llegó la cuenta junto a dos galletas de suerte.
Tomé mi galleta, la abrí y con sorpresa leí que decía: “El cielo escucha tus plegarias del corazón y no las de tu voz.”
Me la comí rápidamente pensando que era mejor callar las predicciones de esta galleta antes que mi corazón se diera por enterado.
Nos despedimos con la sensación que en la vida se encuentran cabos que nunca se pueden cerrar y quedamos en hablar después de mi regreso de Houston.
Un día después..
Vestida con mi traje de ejecutiva llegué a Houston dispuesta a tomar el mundo por los cuernos. Un poco cansada de tan largo viaje, me registré en el hotel y me fui a mi cuarto a descansar. Al llegar al cuarto abrí la carpeta con información sobre la convención y confirmé que la fiesta de inauguración comenzaba a las ocho. Vi el reloj y verifiqué que tenía suficientemente tiempo para descansar y darme una buena ducha.
Para la fiesta de inauguración decidí reforzar mi sentido de confianza que últimamente respiro colocándome el vestido negro que siempre me hace lucir triunfadora y las sandalias, que aunque no están tan de moda, son las que con su tacón altísimo y con sus tiras estilo gladiador me dan una seguridad indescriptible que hace derrumbar cualquier imperio, perdón, cualquier obstáculo en mi vida.
Me maquillé lentamente mientras pensaba que era la primera vez que tenía la oportunidad de asistir a una convención nacional y que definitivamente iba a disfrutar cada minuto como lo hace una mujer que ha logrado controlar sus temores y su tremenda timidez.
¨Cabello y maquillaje perfecto, vestido impecable sin arrugas y a la medida – dije mientras pensaba que lo único que me faltaba era ponerme mis poderosas sandalias gladiador.
Cuidadosamente me las puse y sentí una fuerza avasalladora que sólo siente una mujer asertiva, inteligente, fuerte y poderosa.
Desde lo alto me miré en el espejo y simplemente dije: “Ave César.”
Salí del cuarto dispuesta a conquistar el mundo. Llegué a la fiesta y había mucha gente, se escuchaban risas y había un Mariachis tocando rancheras mientras la gente a coro los acompañaba y los aplaudían con emoción.
Tuve la oportunidad de intercambiar ideas con ejecutivos de otras empresas que con atención escuchan todo lo que brotaba de mis labios y gracias a los tacones tan altos, me sentía en las alturas del poder.
Tomé una revista de “Hispanic Marketing” y concentrada caminaba leyendo detenidamente cuando de pronto choqué contra una pared y desde mis alturas caí en el piso. Abrí mis ojos y con sorpresa descubrí que esa pared tenia nombre y no era el fin de mi historia, sino el comienzo de una nueva porque esa pared era Finn.
Finn sorprendido me dijo: “Long time no seeing you”
Mientras me ayudaba a levantar yo recordaba la vez que choqué con Finn en la oficina. Lo que los expertos llaman un Déjà vu.
Me pregunto si estaba bien, yo le dije que si.
Traté de enderezarme pero de pronto sentí un dolor en mi pie y lo alcé casi perdiendo el equilibrio. Finn, en vez de darme su mano para evitar que me cayera, decidió abrazarme fuertemente. Nerviosa lo aparté suavemente mirando hacia el piso porque sentía que ni el poder de las sandalias Gladiadoras ni la seguridad del vestido negro me pueden ayudar a decir algo porque mi voz lamentablemente estaba bajo el control de un corazón feliz porque sus plegarias habían sido escuchadas.
Tomó de mi mano y cojeando llegamos a una mesa. Me ayudó a sentar y murmurando en mi oído me dijo: “No te muevas. Descansa, ya te traigo algo que tomar.”
Lo vi alejarse y de pronto sentí que debía huir. Respiré y aguantando el dolor, cuidadosamente me levanté, tomé mis sandalias y al dar la vuelta choqué nuevamente con una conocida pared que me dijo: “Conozco lo fácil que es para ti huir. No vas huir de mi esta vez, tenemos que hablar”. Me ayudó a sentar y decidió llamar a un camarero mientras sostenía sutilmente mi mano.
Me miró y yo lo miré.
Había pasado más de un mes desde la última vez que lo había visto y rompió mi silencio diciendo que teníamos que conversar mucho, pero que debíamos empezar desde el final. De pronto tomó mi mano y se la puso en su corazón y dijo:“Desde el día que me dejaste en la oficina con mi corazón hecho pedazos.”
De pronto recuperé mi voz al sentir que otra vez estaba viviendo un Déjà vu.