Nada mejor como los días de otoño, el cielo despejado y las hojas de los árboles que muestran una gama de colores que te hacen valorar lo rico y variado que es nuestro mundo.

Son días donde puedo recostarme bajo la sombra de un majestuoso árbol y ver el contraste de los colores con el azul del cielo y disfrutar como el viento mece las hojas.< Así estaba yo, en mi espacio y en mi tiempo, con mi mente tan amplia y clara como el cielo y pensando en la última teoría de los astrofísicos de que todo esto se puede acabar en una eternidad más un día.
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Suspiré mientras recordaba la noticia que había leído temprano en la mañana:  “Es improbable que el Universo se detuviera durante nuestra vida, pero hay 50% de posibilidades de que el tiempo tenga un final en unos 3,700 millones de años”.

Estaba concentrada tratando de entender la teoría aceptada por la mayoría de los cosmólogos sobre la expansión permanente del espacio y el tiempo, cuando de pronto sentí un ruido que me sacó de mi mundo y me trajo a este mundo. A mi lado estaba una señora con un perrito llamado Cary, yo la saludé y Marco Polo, mi perrito que estaba en su propio mundo, medio molesto se levantó con toda la pereza a oler a Cary.

Mi saludo y seguramente mi acento se convirtió como una entrevista de trabajo y yo, como toda una experta que sabe muy bien lo que hace, hable sin respirar ni pestañear. Tomé un descanso y vi como la señora se mostraba interesada en conocer más de mi mundo y sus preguntas continuaban, hasta que de lo más profundo de su mundo salió la pregunta: ¨¿Por qué los indocumentados no pagan impuestos?¨

Su pregunta me sacó de mi mundo y mi contrarréplica, que me la sé al caletre porque la he estado recitando todo este año, salió de mi boca como un cohete trasatlántico: ¨De acuerdo al Drum Major Institute for Public Policy: ´El inmigrante promedio paga 1,800 dólares más en impuestos de lo que recibe en beneficios gubernamentales, lo que equivale a una contribución de impuestos en el transcurso de su vida de 80.000 dólares más de lo que junto a sus descendientes directos recibiría en beneficios. Se estima que sólo los inmigrantes indocumentados han contribuido cerca de 50.000 millones de dólares en impuestos federales entre 1996 y 2003. Las contribuciones tributarias de los inmigrantes financian servicios vitales para la clase media, como las escuelas públicas y el Seguro Social¨.

Para mi asombró, vi como mi explicación en vez de aclarar le oscurecía más su mundo.

De pronto se me ocurrió que su mundo no era tan amplio y claro como el mío o tal vez ella había leído la misma noticia, pero había entendido que el universo se acababa en un día más la eternidad y no la eternidad más un día.

Viendo como la brecha del espacio y el tiempo de nuestros mundos era difícil de cerrar, decidí mirar al amplio cielo y de pronto recordé las sabias palabras de los Ecclesiastés: “todo lo que va a ocurrir debajo del sol tiene su hora”.

Nos despedimos, ella en su mundo con sus teorías, tal vez lógicas y yo en mi mundo, descartándolas por absurdas.

Yo me quedé debajo de mi árbol tarareando la canción Súbete a mi Moto y recordando a mi amiga Mónica que encontró el motor para salir de este pequeño microcosmo para entrar a otro enteramente nuevo y desafiante.