Historia medio real mientras esperaba el turno para subirme al balcón de Julieta en Verona Italia
Después de una larga espera, finalmente vino mi turno y emocionada me subí al balcón, suspiré al observar que el sol brillaba en el azul del cielo, tal y como en las mejores películas románticas.
Desde el balcón, me asomé con timidez, no sé si seria por la emoción o por mi inexplicable temor por las alturas. Con extrañeza miré al patio y vi como las personas impacientemente esperaban su turno para tocar los senos de Julieta, perdón, los senos de la escultura de bronce de Julieta, porque según los expertos, tocarlos da suerte en el amor.
Yo, rápidamente, tal vez, por temor de perder el turno en el balcón, calculaba la altura de la pared, el tamaño del balcón y el grosor de la enredadera que supuestamente Romeo utilizó para subir a ver a su amada Julieta.
A simple vista, y eso que no sé nada de construcción, me di cuenta que Romeo pudo haber subido y bajado el balcón en un dos por tres, sin ningún tipo de ayuda. Pero, analizando mis cálculos con mayor detenimiento, me di cuenta que cualquiera pudo haber subido y bajado ese bendito balcón.
Asombrada de mis cálculos, decidí verificar una vez más la altura del balcón, y tristemente descubrí las razones por el cual mí Romeo se dio por vencido tan fácilmente, fue porque el balcón de mi casa era muy alto.
Trágico descubrimiento en tan romántico lugar – desilusionada pensé – y lo peor de todo, es que mi Romeo se encontró con otro pequeño problemita, el balcón tenía rejas como todos los balcones de las casas en Latinoamérica.
Pero eso no era una excusa – sonreí haciendo una mueca un poco burlona – eso lo sabía él, ya que casi todos los balcones tienen rejas para proteger a las casas de aquellos que roban otra cosa que los corazones.
Pobre de mí Romeo- pensé desencantada – se dio por vencido tan fácilmente. No sólo por el obstáculo de las rejas o por la altura del balcón, sino también porque en vez de encontrarse con una enredadera para rescatar a su Julieta, se encontró con un grande y tosco árbol de mango.
Mi Romeo se encontró con obstáculos tan tropicales que seguramente se preguntó: “¿A quién se le ocurre subir un árbol para rescatar a una Julieta dentro de un balcón enrejado? ¡Definitivamente a nadie!”
“O Romeo, mi Romeo, te distes por vencido tan fácilmente y te fuiste para nunca más regresar.” – dije en tono triste.
Desde el balcón pude entender que no fue suficiente la mirada perfecta o mi sonrisa tímida, ni las infinitas conversaciones con mi Romeo; su romance se acabó cuando vio la altura del balcón.
Definitivamente la culpa fue del balcón, porque honestamente, yo no era ni fea ni él era tan indiferente, al contrario, era medio romántico.
Suspiré y en silencio desde el balcón dije: “Mi Romeo no se inspiró para seguir los pasos del famoso héroe veronés y conquistar a la Julieta tropical que tan ilusionadamente lo esperaba detrás del enrejado balcón.”
Estoy segura que eso fue lo que le pasó. “Triste realidad ¨ – susurré – De pronto sentí que me tocaban mi espalda, de reojo vi que era una elegante dama, tal vez de mi edad, y con voz medio tímida me dijo:
¨Señora, es mi turno de ser Julieta.”
La miré y sorprendida me bajé del balcón, al darme cuenta que en su mirada, se veía a otra [Julieta] que había tenido problemas con el balcón.