Sonrisa Sorpresiva

En mi vuelo de regreso de Houston pensaba en mi historia.

La historia de una mujer imperfecta que caminaba por el mundo con la etiqueta “frágil” y “Manéjese con cuidado”, la que en el trabajo se sentía como la planta tropical que “como de retrato” adorna las oficinas y a la que hasta hace poco usaba la valentía como si fuera un “wash and wear”. Esa mujer soy yo y ahora tengo mi propia historia que comienza como todas las historias con finales felices: Había una vez una mujer que… 

La conferencia fue todo un éxito y conocí a altos ejecutivos y a personas que como yo sueñan llegar muy alto en el trabajo.  Tomé notas, participé con preguntas y no tuve miedo de alzar la mano. De vez en cuando se me acercaba Finn para presentarme a un ejecutivo y cuando hablaba de mi trabajo yo sentía que la persona a la que él refería no existía, sólo a través de su profunda mirada me daba cuenta que esa persona era yo. 

Entre Finn y yo ya no había una pared que nos separara sino un gran respeto y admiración. Detrás de su seria corbata y de mi austero traje de mini-ejecutiva habían dos corazones que latían repetidamente plegarias con la esperanza de que algún dia escuchadas. 

Así terminó la primera conferencia de una mujer que hasta poco no tenia muchas opciones, pero a la que le dieron una sola y le cambio su vida para siempre. La mujer que dejó atrás la vida en blanco y negro y ahora la reproduce en grandes pantallas con brillantes colores que reflejan su nueva realidad.  

Llegué a mi apartamento, deje la maletas en la entrada, me quité mi traje de ejecutiva y perezosamente me recosté en el sofá a leer el periódico y a revisar mi correo.

Dentro del correo había un sobre tamaño carta con mi nombre y dirección escrita en letra cursiva. Al abrir la carta, cayó un paquete pequeñito envuelto en papel rosado, lo recogí y lo coloque encima en la mesa al lado del sofá.

Volví mi mirada a la carta y pude observar que había sido escrita en el papel con el membrete del hotel donde me había hospedado en Houston. Era una carta larga y había sido escrita en tiempos nada cortos. Una carta que mostraba que cada palabra escrita había brotado de una profunda y larga reflexión. 

“María T” – Comenzaba la carta con mi nombre escrito con tilde, pero la carta continuaba en inglés.

Esta carta merece de mi completa atención y decidí preparar un té verde para ver si podía nuevamente tomar control de mis emociones que habian perdido su sistema de navegación.

Leí y releí la carta. Era una carta de Finn y había sido escrita con las palabras precisas que quise escuchar en Houston y que nunca brotaron de sus labios. Su carta hablaba con detalle del primer día que nos conocimos, de lo que le gustó de mi, de la mujer que tercamente se esconde detrás de un antifaz, pero a la que en sus ojos se le reflejaba su verdadero ser y lo que brota de su alma. De sus reiteradas frustraciones por mi capacidad de huir cuando más me necesitaba y del nuevo yo, o del viejo, porque esa María Te tiene raíces y que la mujer segura de hoy no sólo la ama sino la admira y la respeta por lo que es, por lo que dice y por lo que hace.

Lo que más me impresionó fue el saber lo duro que le fue a Finn escuchar mi rotundo “NO” en Houston. Pero entre palabras cubiertas de mucho amor Finn  me da toda la razón por no haberlo aceptado.

“Mi amor por ti es tan grande que debo dejarte ir” — leí en voz alta para entender lo que quería decir — “te ha llegado la hora de brillar y yo estaré a tu lado celebrando cada uno de tus triunfos.”

Finn estaba seguro que nos íbamos a encontrar otra vez en la vida y ese día íbamos a estar listos para estar juntos. Pero mientras eso sucedía, me pidió nunca olvidar que me amaba hoy, mañana y siempre

La carta estaba firmada con una simple 

-F

Cerré la carta y tomé el pequeño paquete y lo abrí cuidadosamente y vi que era un dije de una Ninja con su Katana y detrás tenía escrito: “4ever Yours.”

Me reí al recordar las tantas veces que había huido de Finn tal y como una Ninja, pero siempre mostrando la sonrisa de una flor de Margarita.

Sonó mi móvil y era un mensaje de texto de pocas palabras y muy corto de Gustavo invitándome a cenar. 

Acepté la invitación y sorprendida sonreí al reflexionar sobre mi situación emocional actual, por un lado sin poder cerrar cabos de un pasado que ahora es mi presente y por el otro, el de un amor que es mi presente y que debo hacerlo parte de mi pasado.