Por Julia Russo
En los tiempos que corren, desembarcar en un lugar como Ferrol se vuelve como un poco de aire fresco en medio de la polución social y ambiental de este siglo.
Ferrol es una combinación perfecta de historia, cultura, fe, paisajes y gastronomía.
Fue la Marina de Guerra española quien supo ver en la Ría de Ferrol una serie de bondades geográficas que permitirían un sólido desarrollo ecónomico. Ya en el siglo XVIII Ferrol se convierte en un importante puerto militar con arsenales y astilleros y hoy por hoy el paseo por la Ruta de la Construcción Naval es una de las opciones que no se puede dejar de visitar si uno desea empezar esta visita como corresponde, porque en definitiva allí comenzó la vida de Ferrol.
Es casi imposible pretender expresar y transmitir con palabras algo que necesita de los cinco sentidos. Agregaría un sexto, porque lo que se vive en las calles ferrolanas los días de Semana Santa no se ve con los ojos, ni se escucha con los oídos, simplemente se siente en el alma sin importar la religión de quien lo experimenta. La esencia del pueblo está ahí, en cada paso, en cada flor, en cada gaita, en cada silencio … Cada ferrolano está involucrado de una manera u otra en los festejos de la Semana Santa, cuando salen a la luz horas de trabajo en corralones donde de manera casi artesanal se preparan los tronos que pasearán por sus calles según sus tradiciones.
Son muchos los que creen que los días grises y lluviosos son feos, en cambio yo creo que forman parte del paisaje ferrolano y hasta lo embellecen ya que son esos días los que ayudan a crear una vegetación de hermosos y variados tonos verdes. Esos son los tonos que acompañan el camino al secreto mejor guardado que tiene Ferrol, sus playas vírgenes. Un pequeño gran paraíso.
Lógicamente, Ferrol nos ofrece una variedad de comidas típicas gallegas hechas con productos locales de excelente calidad, ya sea en sus embutidos, quesos, mariscos o vinos. Para ello, les recomiendo una pausada visita al Mercado De A Magdalena y si les es posible, detengánse frente a esos extraños mariscos con precios bastante elevado que se llaman “Percebés”. Si tienen tiempo, pregunten por su historia. Seguro que les hablarán de los valientes percebeiros, esos marisqueros como Picos (como lo conocen en el lugar) que día a día arriesgan su vida en los acantilados gallegos para el deleite de los otros. Ser percebeiro es un arte. Nos cuenta Picos que le ha tocado rescatar a muchos marisqueros que en su labor fueron castigados por las olas del mar. Es que los mejores percebés crecen precisamente donde el mar está más revuelto. Picos es un típico habitante gallego, callado, serio … pero con el correr de los minutos uno descubre en él a un ser valiente, con firmes principios y amor a su tierra.
Ferrol te va atrapando día a día, en cada esquina, en cada iglesia, en cada bar, con su gente, con su aire. Es sin lugar a dudas un lugar para degustar en todos los sentidos.