Capítulo 8: Sonrisa con Perfume de Rosas

A los pocos segundos de haberlo aceptado como amigo apareció un mensaje que probablemente había sido  “copy and paste¨ o que había requerido muchas cavilaciones:

¨Me siento tan feliz que estemos conectados nuevamente después de tantos años. Veo que no has cambiado mucho. Me gustaría invitarte a cenar para ponernos al día con nuestras vidas. Espero que me recuerdes tanto como te recuerdo yo a ti… No puedo esperar verte a pronto.”

Terminé de leer y de inmediato sentí mi estómago comenzar el primer ciclo de la lavadora: Llenado.

Respiré profundo mientras sentía como las emociones se empapaban de recuerdos de un hombre que desapareció hace años de mi mundo porque quería construir su mundo y ahora aparece en el mundo cibernético para declararme su amor.

Chabelita viendo mi rostro y conociendo las ovejas del rebaño de Gustavo, en silencio decidió tomar un ruidoso trago de café. Yo la miré tratando de organizar mis pensamientos cuando una vez más vibró mi teléfono móvil informándome que tenia un mensaje de texto.

Lo vi y era Finn.

“Can we meet for coffee?” – De inmediato sentí como en mi estómago comenzaba el segundo ciclo de la lavadora. Decidí no contestarle sino enviarle un mensaje de texto a mi madre:

Le escribí: “Segundo ciclo Lavado” 

Me respondió: “Vente antes que empiece el tercer ciclo; enjuague.”  

Tratando de controlar con mis brazos mi estómago, me despedí de Chabelita y me fui a casa de mi madre para que me ayude a terminar el ciclo de lavado emocional que estaba sufriendo por culpa de dos tipos que aparecieron justo cuando sentía que iba a vestir santos.

Mi madre abrió la puerta y tenia en su cabeza un turbante de toalla color Lila. Me abrazo y viendo mi cara de asombro me dijo:


“Es el Turbie Twist – me dijo mientras se lo quitaba para explicarme como funcionaba extendiéndolo sobre la mesa- “es mejor que una toalla porque mantiene tu cabello en su lugar y de acuerdo a las instrucciones requiere menos trabajo en el momento del uso del secador y lo único que se necesita es envolver el cabello, doblar las puntas y colocar las puntas dentro de un aro que lo sujeta en la base de la nuca” – se voltió y me mostró su hermoso turbante Lila ya colocado..

Nos sentamos en la mesa de comedor, que por cierto es redonda y transfigurándose en una gitana leyendo una bolita de cristal tomó mis manos. 

Y yo le pregunté: “Me vas a leer el futuro” No dijo nada, sólo se limitó a decir: “Estamos listas para el ciclo de enjuague”. 

Viendo a mi madre con su turbante Lila en otras ocasiones me hubiera muerto de la risa, pero hoy nada, absolutamente nada me hacía sonreír porque lo único que quería hacer era llorar y llorar.

Sentí que en mi estómago comenzó el tercer ciclo de “enjuague” y empezamos  a llorar y llorar mientras le contaba mis frustraciones con Finn, de los balidos de las 10 nuevas ovejas que no me dejan dormir y de Gustavo. Si, el Gustavo que apareció con una rosa marchita en sus labios tratando de revivir algo que ya había prescrito.  

Así lloramos juntas por un largo rato…

Como gitana que había terminado su trabajo, soltó mis manos y salió dejándome en el comedor  “enjuagando” con lágrimas mi rostro. 

Regresó y en sus manos tenía dos sombreros de Mariachis y me dijo: “Creo que estamos listas para el cuarto ciclo: Exprimir. En este ciclo nada mejor para exprimir las tristezas que cantando una canción y creo que “Cielito lindo es la mejor y si la cantamos como todas unas mero Mariachis mucho mejor.” 

Nos levantamos, colocó la música, nos pusimos los sombreros de Mariachis y empezamos a cantar:

“Ayyy, ayyy, ayyy canta y no llores,

porque cantando se alegran,

cielito lindo, los corazones”

Cantábamos y bailábamos por la casa mientras sentía como mi estómago exprimía las tristezas al ritmo de la música y sentía como un inmensa sensación de alegría sacudía mi cuerpo y decidí aventurarme a seguir cantando:

“Ayy, ayy, ayy canta y no llores,

porque cantando se alegran,

cielito lindo, los corazones.”

Con los sombreros bailábamos por la casa cuando pasamos por una montaña de ropa que tiene mi madre por lavar y con una gran sonrisa en nuestros labios, abrimos los brazos y emocionadas cantamos:

“Ayy, ayy, ayy canta y no llores,

porque cantando se alegran,

cielito lindo, los corazones”

Feliz de saber que el tercer ciclo estaba casi por terminar, vi como mi madre señalaba todo lo que tiene por limpiar, pero con una sonora carcajada proseguimos:

“Ayyy, ayyy, ayyy canta y no llores,

porque cantando se alegran,

cielito lindo, los corazones”

Terminamos de cantar y felices nos sentamos en el sofá de la sala sabiendo que habíamos terminado el cuarto ciclo del lavado emocional y que habíamos exprimido nuestras desilusiones y sentadas tratando de encontrar aliento escuchamos el timbre de la puerta sonar. Yo con mi sombrero de Mariachi en mano y con una gran sonrisa abrí la puerta y…

Era Finn con un ramo de rosas rojas y yo intoxicada por el perfume que emanaban de las rosas solo pude escuchar: “Como no contestas mis mensajes, decidí venir a buscarte a casa de tus padres para que podamos hablar si me lo permites.” 

Al entregar el ramo y como un caballero medieval, tomó una rosa y se la puso en sus labios dibujando una sonrisa traviesa.

Yo le respondí con una sonrisa sincera llena de amor.

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Escrita por Lorena Mora-Mowry

Una e-novela de amor corta para tiempos cortos

Historias basadas en los artículos de la columna ¨Lorena Hoy¨ publicados en Mujer Latina Today ™ 2006-2013 ~ All rights reserved

Los hechos y / o personajes son ficticios, cualquier semejanza con la realidad es PURA coincidencia.