Sonrisa Desdeñosa:Amor en los Tiempos de la Radio

Miré la hora al darme cuenta que tenía que entregar a Peter mis sugerencias a su propuesta, tomé mi bolso y apresurada caminaba hacia su oficina mientras verificaba que toda la información estaba dentro de la carpeta y pensaba que excusa le iba a dar a mi madre. Cuando de pronto tropecé con una persona y vi caer en el piso mi carpeta con todos los papeles que diligentemente había colocado en forma ordenada. Esa persona era Finn. Nos encontramos frente a frente pidiendo disculpas y  sonriendo mientras recogiamos nerviosamente los papeles.

Me ayudó a colocarlos dentro de la carpeta y profundamente me miró tratando de organizar sus pensamientos. Su mirada habría durado unos segundos, pero para mi fueron siglos y enfadada conmigo mismo por mantener esa mirada silenciosa que solo se puede explicar como lo hacían en los tiempos de las radionovelas, decidí recuperar la mujeR que tengo dentro de mi y no la “mooyer” (como se lee la palabra “mujer” en ingles) que él ve en mi; la mujer que se puede manejar fácilmente como un “yo-yo”.  

Educadamente lo saludé y él me respondió mi saludo con un: “Mary Tey, You are on a hurry. You don’t need a coffee, You need a dinner. What about tonight?”

Una semana sin ni siquiera mirarme y ahora quiere cenar conmigo para hablar de qué.

“Sorry, maybe another day¨ – le respondí.

Abrió el paso y desilucionado hizo una mueca y yo me despedí sosteniendo fuertemente mi bolso tratando de detener mi descarrilado corazón.

Corrí a tomar el autobús 308 rumbo a ver a mi madre para responderle personalmente su nota y acabar con esa historia que todos los años se repite.

Sin aliento entré a mi casa y di un grito al ver a mi madre con unos enormes rulos en su cabello.

¿Qué haces con esos rulos? -le pregunté con curiosidad – “Siempre los has criticado porque es un símbolo de las mujeres del siglo pasado.”

“Tienes razón, pero los vi en ¨Target¨ y decidí probarlos después de haberme tomado un café con mi amiga que tiene una crisis matrimonial”.

“Mamá no puedes comprar todo lo que ves después de tomarte un café con una amiga” – le comenté sonando como un reproche.

“Déjame contarte lo que me paso” – como ya conozco las historias de mi madre, decidí sentarme a escucharla detenidamente- “ Los compré porque después de mirarme por un largo rato en el espejo y haber movido varias veces mis cejas hacia arriba y hacia abajo como si estuviera aprobando o desaprobando algo y de haber hecho unas muecas con la boca para un lado y para el otro como si estuviera molesta, asombrada e indignada;  y después de soltar una carcajada bien fuerte y ruidosa, tal y como lo hacía en mis tiempos de soltera. ¿Y sabes que me pasó?

“Ni idea” –  le respondí.

¨Descubrí que muchas mujeres todavía viven sus vidas, aunque sin rulos, tal y como lo hacían las mujeres hace cuarenta años. Para nada ha servido el ¨hipposo¨ concierto de ¨Woodstock” ni todo lo que nos han brindado los tiempos contemporáneos,todavía muchas de nosotras estamos estancadas en el tiempo.¨

Le di mi sonrisa desdeñosa mientras le quitaba un rulo y mostraba un cabello sedoso y ligeramente ondulado.

“Madre querida” – le dije en tono serio – ¨Yo no quiero ser otra vez voluntaria en la puesta en escena del vía crucis de la iglesia hispana. Tu sabes que ya lo he hecho por tres años y la última vez se me ocurrió la gran idea de preguntar a la encargada de organizarlo que como mujer de estos tiempos consideraba importante que las mujeres en la escenificación del vía crucis teníamos que decir algo ante tanta injusticia y dolor.¿Recuerdas que me regañó por el altavoz y me mandó a llorar y no decir nada.”

¨Lo recuerdo¨ – dijo mi madre –  ¨Pero  es una tradición milenaria, tu sabes.¨

¨Lo sé” – le respondí- “Ese día hasta le pregunté a María Magdalena si me podía enseñar a llorar sin decir nada y las dos no pudimos hacerlo porque como mujeres de este milenio no podemos estar calladas ni ser indiferentes ante las injusticias que vemos en nuestro alrededor”.

“Maria Te, hay mujeres que prefieren llorar  y no decir nada” – dijo mi madre mientras terminaba quitándose los rulos.

“Ese es el punto”- le dije en forma enfática – “No quiero llorar sin decir nada porque las mujeres de hoy hemos aprendido el sonido de lo que somos. Nuestro sonido es como la rima que me enseñabas cuando pequeña para aprender el sonido de la R. Ese R con R cigarro”. “R con R barril, Rápido Ruedan los CaRRos, sobre los Rieles del feRRocaRRil.”

“Ése es el sonido de la mujer hispana de hoy” – dije con una seguridad que salió del centro de mis pulmones – “ Es la R de Repetir y Repetir hasta aprender. Es la ERE de Reinventarnos como mujer; Resistir las presiones; Recuperar nuestra autoestima; Renunciar a lo que nos duele; Revivir lo vivido; Reevaluar lo que hacemos y conocer la Resonancia de nuestras voces; Reconocer nuestros errores y Reflexionar sobre lo aprendido; Recordar el pasado y Reincorporarlo al presente; Resurgir y comenzar algo nuevo porque tenemos el potencial y la capacidad para enfrentar los Retos con el Ritmo de nuestro propio palpitar;  Renunciar a los que nos duele para racionalizar mejores nuestras acciones futuras; Reivindicar lo que somos; es Revolucionar, mejor dicho, evolucionar nuestra forma de ver el mundo y de repetir, repetir todos los actos de nuestro diario vivir hasta que se vuelven hábitos.¨

Le di mi mejor sonrisa desdeñosa y me di cuenta que tal vez Finn me ve como la mujer de los tiempos de la radio, la que lloraba sin decir nada y que debía enseñarle que para mi la MujeR se escribe con R, la R de Redescubrir nuestra voz para crear cambios, la de Reevaluar nuestros sueños y Recordar que tenemos una vida por viviR porque somos mujeres sin miedo de hablaR, ya que nuestro liderazgo se escribe con R de MujeR.”

Corriendo me despedí de mi madre y salí de mi casa como un Rápido feRRocarril decidida a aceptar la invitación de Finn.