Estas navidades, San Nicolás, tal vez cansado de escuchar las quejas que ha recibido durante todo el año, decidió enviar directamente desde el Polo Norte un regalo muy particular: un par de sostenes (sujetadores / Brasiers).

“¡Sostenes (Brasiers)!” — le dije cariñosamente al mensajero de San Nicolás mientras a regañadientes murmuraba a quién se le ocurre regalar sostenes (Brasiers) en navidad. Pero sin pensarlo dos veces y en vista de la imperiosa necesidad de eliminar la tortura que he vivido durante todo el año me fui corriendo a mi cuarto y para el asombro de mi familia, grité: “¡LIBERTAD!”

Eso fue hace cinco días y todavía mi familia no se recupera del susto ni yo me recupero de la alegría de descubrir que todo lo que he aguantado en mi vida ha sido por culpa del sostén.

El sostén es importante para nuestra belleza y comodidad, pero cuando se usa la talla equivocada, nuestra vida está sujetada a su despiadada voluntad.

¿Cuántas rabias pasamos porque el sostén en forma caprichosa y sin previo aviso, decide subirse o bajarse colocándonos en una situación bastante embarazosa?

¿Cuántas veces nos toca acomodar las caprichosas tiras? ¿Cuánto tiempo nos toma comprar el sostén perfecto para que después le aparezcan sus mañas?

¿Cuántas maromas tenemos que hacer para ponernos el sostén?

¿Qué garantía existe de que el sostén va a cumplir diligentemente su función de sostener?

En fin, los sostenes son prendas  de ropa interior que son útiles y necesarias para ceñir el pecho, pero lamentablemente si no se usa la talla correcta son temperamentales, unos días son amables y se portan bien, otros días nos dominan y nos hacen perder el control de nuestras vidas.

Pero la realidad es que sin ellos no podemos vivir.

Esa dependencia me puso a pensar en cuántas mujeres tenemos que vivir en una relación laboral o sentimental que no nos gusta y muchas de nosotras resignadas la asumimos silenciosamente porque “si aguanto el sostén, aguanto todo”.

Seguramente eso es lo que piensa mi amiga que por años ha querido cambiar de trabajo, pero no lo ha podido hacer porque su sostén le queda tan apretado que no le permite ver que existen otras posibilidades a su alrededor.

Puede ser lo que le pasa a mi otra amiga que quiere empezar una nueva vida lejos de la violencia verbal que le ha tocado vivir por muchos años, pero el sostén le queda tan grande que no le da el apoyo ni la seguridad suficiente para ver que existen otras opciones para seguir adelante.

Aunque es divertido echarle la culpa al sostén, tristemente es una realidad, las mujeres aguantamos muchas cosas y cuando decidimos tomar el primer paso, algunas nos encontramos atrapadas en un callejón sin salida.

Lo bueno es que los sostenes al igual que la vida, ofrece una variedad de opciones, sólo hay que tomar el tiempo para encontrar el que mejor funcione, ya sea probando las diferentes marcas, tallas y colores.

Definitivamente las mujeres no tenemos por qué guantar algo o a alguien que nos apriete, nos maltrate, nos desaliente o simplemente no ofrezcan el apoyo solidario laboral ni la seguridad emocional para ser felices en nuestras vidas.

“En la vida a veces uno se encuentra en situaciones tan incómodas que nos recuerdan las molestias que sufrimos cuando usamos el sostén (brasier) equivocado. PERO
Vivimos en tiempos donde las mujeres no tenemos obligación de aguantar a una persona o una cosa que nos apriete, maltrate, sofoque, desaliente o simplemente no ofrezcan el apoyo y seguridad que necesitamos para ser felices en nuestras vidas.”

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Artículo publicado en  Mujer Latina Blog el 31 de Diciembre del 2007.