Historias inspiradas en mis vacaciones en Italia en el 2008. —
Otro cielo azul en Italia, pero esta vez escribiendo desde Milán, la capital de la moda mundial. Aquí estoy en la Piazza del Duomo, después de haber tomado un capuchino en la elegante Galeria Vitorio Emanuelle I y de haber caminado entre las cientos de palomas que pacientemente esperan maíz de los nerviosos turistas que, como yo, se sienten intimidados por las grandes vallas de publicidad de Dolce & Gabbana.
Aunque no veo telenovelas, parece que me persiguen dondequiera que voy y es por eso que de pronto sentí lágrimas recorrer mis mejillas cuando me di cuenta que estaba respirando el mismo aire que Donatela Versace, Armani o cualquier otro italiano que pasara por mi lado.
Emocionada pensé que tal vez en un café cercano seguramente estarían sentados Dolce tomando un capuchino con Gabbana.
Preocupada verifiqué mi atuendo y miré al cielo para dar gracias a Dios por la oportunidad de comprar mi ropa en oferta y por haberme dotado de la paciencia necesaria para esperar por el bendito cupón mensual de Macy’s.
Honestamente no sé si Donatella ofrece rebajas y cupones, pero por mi parte, yo no me iba a dejar intimidar por los cientos de Milaneses que elegantemente corren apresurados por las congestionadas calles, tal vez porque así es como se camina en Milán o porque corren desesperados porque se enteraron de una oferta en una ciudad donde seguramente hay pocas ofertas.
Pero en fin, nerviosa revisé que mis excesos laterales estuvieren en el lugar correcto, mientras recordaba que debía mantener la respiración para que el botón de mi glamoroso pantalón de bota ancha no saliera volando como un objeto volador no identificado.
Una vez más agradecí a Macy’s por el buen precio que pagué por los zapatos y cartera amarilla que supuestamente es el último grito de moda, pero viendo las miradas de las Milanesas, me daban a entender que sólo está de moda en Cincinnati.
Apenada cerré la chaqueta de cuero, que aunque viejita, me da un toque elegante y me arreglé las gafas de sol que me hacen lucir como una glamorosa actriz de Hollywood.
Con mi combinación perfecta caminaba como una Dolce & Gabbana cualquiera por las calles de Milán. Todo iba bien, hasta que de la nada salieron dos piernas que llegaban hasta el cuello.
“Dios mío” – dije en voz alta- “es una modelo”
De la emoción se me olvidó que no podía respirar y de pronto sentí volar un botón que cayó en la cabeza de un inocente transeúnte.
Súper apenada recogí el botón y con mi golpeado italiano le dije: ¨Excusi, Segnor.¨
Sonriendo miré a mi pobre pantalón y traté de cerrarlo nuevamente mientras que en silencio agradecía la valentía que había mostrado hasta el momento y por haber aguantado, no sólo mis excesos laterales sino también mis aires de grandeza.
Miré al pequeño grupo de personas que se habían acercado a ayudar al “Segnor” y yo, como toda mujer que sabe muy bien decir lo que piensa les dije, con el botón en la mano y con una amplia sonrisa tropical:
“Prefiero ser Dulce o Guanábana que Dolce & Gabbana porque de donde vengo las mujeres son conocidas por ser dulces y porque somos como las guanábanas, de todos los tamaños y formas. Pero eso si, con mucho estilo y sabor.”
No sé por qué, pero acostumbrada a los finales trágicos de las telenovelas y para asombro de todos, me despedí diciendo, tal como lo decía Celia Cruz: “Azúcar”
Artículo publicado en Mujer Latina blog el 17 de abril del 2008.